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Carta a mi suegra


Bien dicen que la vida es un meme, y en este caso de la suegra aplica el que versa:


“Querida suegra, no me digas cómo educar a mi hijo, estoy casada con el tuyo y créame que hay mucho que reclamar”. En mi caso no son reclamos sino algunos puntos que me hubiesen gustado que fueran diferentes.

A partir de este punto, pareciera que se abre la caja de Pandora y comenzamos esa guerra de comentarios descalificatorios entre los antiguos y nuevos métodos de crianza. Los cuatro jinetes del apocalipsis entran en la familia y en lugar de vernos como aliadas, nos convertimos en enemigas.


Un estudio de la Universidad de Cambridge ratifica que 6 de cada 10 relaciones entre suegras y nueras (o nueras y suegras si así lo prefiere) son calificadas como tensas, en tanto que las demás, inclusive las más fluidas, son consideradas por los expertos apenas amistosas.


Nos vemos como las nuevas madres, con la capacidad de poder criticar todo aquello que hicieron las generaciones anteriores. Criticamos que nos pusieron en la andadera, que la pintura de la cuna tenía plomo, que utilizaron el método de dejar llorar para “enseñar” al bebé a dormir y las nalgadas que recibimos. La antigua generación nos ve como permisivos y laxos, poco efectivos y algo sin sentido.


Vendrán largas pláticas, un poco tensas, donde ella te dirá lo bien que supo educar a sus hijos; esos hijos que jamás dejaron tirados los juguetes en la casa como los tuyos, pero tú sabes que tu esposo deja su pijama tirada en la sala y los zapatos perdidos.


Pero ¿qué pasaría si cambiáramos algo de esta ecuación? Si en lugar de ser enemigas silenciosas fuéramos aliadas poderosas. Si nos diéramos cuenta de lo que sí fue provechoso en nuestra infancia, que es digno de ser replicado por nuestra generación, y qué de las nuevas prácticas son provechosas para nuestras nuevas generaciones. Juntas, sin criticarnos y descalificarnos, haríamos maravillas.


Querida suegra, entiendo que hiciste lo mejor que pudiste con lo que tuviste a tu alcance, que los tiempos en los que te tocó criar eran diferentes. Es estos nuevos tiempos, te prometo que estoy haciendo el mismo esfuerzo, pero con la gran ayuda del esposo que tengo. Ese ser que tú formaste, dentro del cual está toda tu sabiduría y amor.

Prometo honrar tu crianza, pero le añadiré mi toque personal, lleno también del amor y sabiduría de mi madre. Gracias por el maravilloso hombre que me diste para ser un gran compañero de vida, juntos haremos una generación que estará preparada para enfrentar los retos que tendrá su futuro.



Conoce a Amalia Mendoza (Mami en entrenamiento Recargada)

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