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Lazo de esperanza


¿Qué pasa en tí cuando superas el cáncer de la mano de tus hijos? ¿Cómo se vive esta experiencia?

Una madre ama a su hijo desde que sabe que viene en camino y lo/ la lleva en su vientre con gran amor y esperanza de vida futura. Desde que se conoce de su existencia se comienza a formar un lazo difícil de romper y que seguirá por el resto de su camino en la vida; un lazo infinito.

Cuando nació mi hija fue un momento indescriptible y cuando la tuve en mis brazos hubo como una conexión inmediata y llena de emociones. Sabía que esta bebita era y ocupaba ya gran parte de mi corazón y literalmente era parte de mí. Al igual, tenía entre mis pensamientos la responsabilidad de mantenerla sana y enseñarle de todo sobre la vida para que crezca y se desarrolle lo mejor posible. Ahora mi ‘matrimonio’ también se había transformado en ’familia’.


Pasando el primer cumpleaños de mi hija, un mes después; me detectaron cáncer cerebral. Qué difícil momento cuando la vida personal como familiar se vuelven tan indefinidas y pensaba que todo se estaba derrumbando. Y me preguntaba ¿Cómo iba a ayudar a mi bebita si no podía casi ni sostenerme yo misma? ¿Habría un futuro para mí junto a mi recién formada familia?... preguntas había muchas pero realidad solamente la de ese momento y ni para dónde hacerte. Cuando me fui a internar al hospital para estudios y cirugía no quería que mi hija presenciara ese proceso de sufrimiento, transmitírselo y estar esperando en un hospital.

La pude ver ya un poquito más recuperada de lo de la operación, después de casi dos semanas. Fue algo impactante darme cuenta de lo que ella había crecido; de sus palabritas y movimientos. Un momento como de shock porque es hermoso estar con ella y me dio mucha satisfacción ver que estaba bien y sonreír juntas, pero a la vez fue muy triste saber que me lo habían llevado al hospital y me había visto en uno de mis malos momentos. Lo único que pude hacer para entretenerla fue que se sentara en la cama y le picaron a los botones y pasearla en una silla de ruedas. Algo que me levantaba el ánimo era tener el resto de la familia al pendiente y con mucho cariño a pesar de ser un momento complicado.

Después, para las radiaciones me fui a vivir a Houston dos meses para mis tratamientos. Decidimos que nuestra hija se quedara en Monterrey, y mi mamá se fue a vivir conmigo esos dos meses y mi marido iba y venía cada fin de semana. Su abuelita (mi suegra) y una de mis amigas, fueron quienes nos ayudaron a cuidarla. En aquel entonces no me encontraba muy bien y mis secuelas eran muy notorias así que sufría sabiendo que mis seres más queridos me veían así; mas me llenaba de alegría su apoyo. Lo que más deseaba era poder volver estar junto a ella. Mi hija por haber pasado ese tiempo con puros adultos se volvió una niña muy madura y muy sonriente. Somos gran parte de lo que nos enseñan nuestros padres y yo no había estado presente en los primeros meses de su primer añito. Siempre mi mayor preocupación y la más grande alegría... Tenerla conmigo después de un gran tiempo fue como volver a tenerla en mis brazos por primera vez.

Mis principales síntomas y secuelas fueron el no poder hablar bien y el desbalance con el que batallaba en caminar y calcular. Ese día que me llevaron a mi hija a Houston vi que estaba gateando y al instante me arrodillé y lo hice con ella. Parecía que aprendíamos a caminar y hablar juntas; así jugábamos. Me di cuenta que mientras estaba con ella quería pasar el mayor tiempo a su lado porque el pasado no se recupera y ella hacía que viviera mis momentos positivamente. También que al tratar de enseñar en realidad también los niños no se enseñan; en estar, amar, perdonar y voltear la página en cuestión de segundos para volver a disfrutar y estar alegres. De esta manera continúan unos años hasta que los comenzamos a inculcar y cargar el cómo ser adultos, qué hacer y cómo comportarse ante los demás.


Ya que regresé a mi casa comencé rehabilitaciones, pero me habían pedido no cargar a mi hija por el desbalance y pérdida muscular; ya que era hasta peligroso. Había pasado por tanto y también grandes cambios hormonales dado al tumor y a la radiación. No poder cargarla y estar reaccionando mal hasta generaba yo misma mayor frustración y tristeza en mí y hacia fuera. Además hubo un tiempo en que todo era un ‘no’... "Ana Cris no te puedo cargar porque nos podemos caer o pegar”., “Ana Cris mami ahorita no puede porque sigue enfermita”. Qué dolor, era como escarvarle a la llaga. Parecía que mi niña preciosa dejaba pasar esos momentos y lo único que quería era estar con su mamá. He vivido cómo se preocupa por mí y me defiende. Hasta el presente he observado que se amarra a mi pierna o brazo y no me quiere soltar; casi ocho años después, quiere estar conmigo en todo momento y platicar y jugar. Somos mamá e hija, amigas, confidentes... Un lazo de esperanza y amor.

Los días para mí son un regalo sorpresa y mi hija es una gran bendición en esta vida.

Tengo claro que los niños aprenden de lo que hacemos y decimos y hay que mostrarles que pueden, que se sientan seguros y amados.

Les quiero compartir las siguientes reflexiones:

- La necesidad más grande en los niños es el amor de su mamá y la seguridad de su papá; así como el estar juntos gozando. No hay que acortar esos momentos por necesidades propias o preocupaciones de lo que viene y, sí tomar su manera de valorar.

- A los niños les enseñamos que existen los cambios, errores y circunstancias en la vida y así te caigas y te pegues (andando en bici, en el colegio, frente a otros, en casa, enfermedades...), es importante levantarte y seguir adelante con la cabeza en alto. Pareciera que en ciertos momentos se nos olvida que hasta los más grandes golpes pasan y se pueden sanar.


- Que los niños se dan cuenta de lo que sucede dentro y fuera de casa, son esponjitas, y lo absorben todo de una u otra manera; así que es importante mostrarles que no todo lo que ven, y lo que dicen y opinan los demás es realidad absoluta y, es mejor que formen su propia visión de la realidad con los valores aprendidos en casa.


- Hay que hablarles directo, su mente tiene la capacidad para que capten y/o entiendan las cosas casi como adultos.


- Saben valorar la vida y disfrutarla en cada momento como si no hubiera otro día. Saben vivir. En este mes en el que celebramos el día del niño; hay que recordar que nosotros también lo fuimos y que podemos seguir divirtiéndonos, valorándonos, perdonándonos y amando como niños.



Conoce a Ana Cristina Sánchez

Graduada de Estudios de Psicología Organizacional en el 2007 del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey.

Certificada de estudios de Diplomado en Tanatología en el 2019 de la Fundación Elizabeth Kübler-Ross - en convenio con el Tecnológico de Monterrey.

Pintora (www.cristys.com); me he dedicado a este arte después del Cáncer., así como a la Fundación para el apoyo al cáncer cerebral (Fundación AlcanC: www.alcanc.org)



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