Depresión Post-Parto
Parte 1
He sido bendecida con dos hijos maravillosos, sin embargo el proceso de transformación de ser pareja, esposa y madre ha sido todo menos fácil. Al inicio de nuestra relación mi esposo y yo nos podíamos decir éramos los mejores amigos, confidentes, cómplices de nuestros sueños, metas y de lo más apapachadores el uno con el otro. Él disfrutando de sus hobbies, su espacio personal que incluyen los clubs de motos, bicicleta de montaña, cañonismo, y demás hobbies. Esa parte ocupada de él me encantaba porque lo hacían a mis ojos super divertido, interesante y siempre conectado con amigos por todos lados. Esto era maravilloso para mí ya que me daba muchísimo espacio para leer, escribir y pasar tiempo conmigo misma y mi cabeza.
Así, cuando comenzamos a vivir juntos, nuestra vida era una eterna armonía. Ambos trabajábamos, teníamos nuestra vida profesional por separado y así pensábamos que continuaría siendo toda la vida. Luego cuando nos casamos, a los pocos meses nos dimos cuenta de que estábamos embarazados. Esta noticia nos inundó el corazón de amor, ilusión y planes. Nuestra cabeza flotaba sobre las nubes, soñando con nuestra nueva familia. Pasaron las semanas, y en la segunda visita a la ginecóloga, cuando comienza el eco, la cara de la doctora se pone seria y nos informa que no hay latido del corazón. Nos dijo, lo siento mucho. Tengo que darte un medicamento para que tu cuerpo pueda desecharlo de forma natural.
Estas palabras fueron un balde de agua fría con hielos en mi cuerpo. Sentí cómo me inundaba la tristeza y la sangre se iba a los pies. Mi corazón sufrió un dolor agudo. Y de un segundo a otro, pasé de ser mamá, a ser aquella mujer que a las 11 semanas había perdido un bebé. Para mi corazón y el de mi esposo, esta pequeña posibilidad era ya nuestra familia. Y el proceso de verla salir de mi cuerpo para ser depositada en un recipiente de desechos, se convertiría en uno de los primeros momentos de duelo que viví en mi vida como mujer adulta. A ninguna de nuestras familias le habíamos compartido la noticia. Esto fue porque había visto situaciones similares con algunas amigas, y jamás llegué a imaginar lo doloroso, íntimo y sensible que estas situaciones son para las mamás, familias y parejas.
Ahí comenzó mi primer post-parto. Ya que aunque habían sido pocas semanas de embarazo, mi cuerpo estaba lleno de hormonas, aquellas que estaban trabajando en mi cuerpo para prepararlo para recibir a este nuevo ser. Pasaron los días después de este suceso, y mi alma estaba gris, iba a trabajar con mi secreto interno protegiendo mi pérdida. El sueño de ser mamá se había apagado con la luz de ese pedacito de esperanza.
Hasta este momento aprendí lo siguiente:
Estar embarazada no son enchiladas. ¿A qué me refiero con esto? A que muchísimas veces en esas 11 semanas estaba a punto de quedarme dormida en el trabajo. Los olores me daban asco, y tenía que ir a vomitar por las mañanas ya que amanecía con un asco pocas veces sentido. Para mí era como estar eternamente cruda o enferma. Navegaba por mi rutina con un esfuerzo sobrehumano tratando de superar ese primer silencioso trimestre.
O soy una perdedora o todas mienten. Las mujeres que yo veía en mi trabajo que estaban embarazadas, se veían dinámicas, perfectas y radiantes a mis ojos. Yo no entendía porqué YO y solo YO era la que tenía que parecer zombie gris nauseabundo, tratando de fingir que nada pasa y que estoy bien. Cuando en realidad estaba comenzando a conocer el poder de las hormonas en mi cuerpo y mente.
Somos muy insensibles quienes no conocemos este proceso. Como nadie se había abierto conmigo sobre lo que vives en el embarazo, mi realidad sobre lo que es, estaba en una fantasía. Pensaba en la pancita perfecta, el nombre del bebé. Pensaba que si alguien perdía un embarazo temprano, era menos doloroso o el equivalente al tiempo de conocerlo. Pero qué fuerte, no es así, o al menos así no fue para mí. Viví mi duelo al perder a ese pedacito de ilusión como un miembro más de mi familia. Aunque en secreto, mi corazón pasó por un duelo, una tristeza compartida entre nosotros sus padres por no poder conocerlo.
Igual trataba de pretender. Las primeras semanas de un embarazo son las más delicadas, vulnerables, somnolientas y agotadoras. Y aún así, mi secreto y yo tratamos de vivir enmascarando una realidad - “no digas nada”, “cállate y aquí no pasa nada”. ¡Que horror! ¿Por qué hacemos eso? En lugar de apoyar a la futura mamá en estos momentos tan sensibles, ¿por qué no la apoyamos a que sea exitosa y que pase un mejor proceso? Pareciera que solo merece hablar ya que haya sido exitosa, en lugar de que desde un inicio la apoyemos para que se sienta apoyada y acogida en su comunidad para que se cuide y tenga un mejor comienzo.
Este primer post-parto me enseñó lo delicado de la vida y la necesidad de ser más empáticas y sensibles con todas las mujeres que viven esta etapa. Un duelo, no se mide por lo que se ve en el exterior. Igual tu corazón puede romperse en mil pedazos por esta posibilidad, aunque quieras seguir sonriendo y pretender que no pasa nada.
Preguntas Cabina
¿Te ha pasado algo así? ¿Qué podemos hacer diferente para apoyar a quienes pasan por un duelo por una pérdida así?